Stuart Allen

No es
posible enfatizar aun más la importancia de orar si aceptamos lo que la
palabra de Dios enseña sobre este aspecto. Nosotros estamos en lo cierto
cuando decimos que todo gran hombre de Dios en las Escrituras ha sido un hombre
de oración. Una vida sin oración es una vida estéril. Sin embargo todos los
creyentes han sentido en algún momento la pobreza de su vida de oración.
Esto fue verdad inclusive con los Apóstoles, para darse cuanta de sus
incapacidades ellos le pidieron al Señor Jesucristo que los enseñara a
rezar (Lucas 11:1), y recordamos que el Hijo de Dios frecuentemente se
retiraba a un lugar silencioso a comunicarse con el Padre. Si él sentía la
necesidad de orar, ¿qué hay sobre nosotros mismos?

El
apóstol Pablo dijo, “no sabemos orar como debiéramos” (Rom.8:26),
sin embargo de las Sagradas Escrituras es evidente que su vida fue
impregnada de oración. ¿Es posible que nuestras pobres oraciones siempre
agraden a Dios? La respuesta es “Si”. El Salmista conecta sus oraciones
con el símbolo del incienso, el cual en el Viejo Testamento es
especialmente aromático. “Luego el Señor le dijo a Moisés, `Toma
especias fragantes … y has una mezcla fragante de incienso, trabajo de
perfumador'” (Exod.30:34,35 N.I.V.), y esta fragancia cubrió el
trabajo de Aarón, el alto sacerdote, en el Tabernáculo. Las palabras del
salmista fueron “Sea puesta mi oración delante de ti como
incienso” (Sal.141:2). Encontramos la misma asociación en la
Revelación 8:3,4, “Otro ángel vino y se paró ante el altar … y se le
dio mucho incienso para que lo añadiera a las oraciones de todos los santos
sobre el altar de oro”. El incienso era el símbolo de la fragancia de
Cristo, y si nuestras oraciones son cubiertas con Su fragancia, estas son
un deleite para el Señor. Dios ama escuchar a Su gente orar y El está mucho
más atento cuando se le ora a El.

Sin embargo, algunos podrían decir, “Nunca parece que obtengo
respuestas a mis oraciones”. Esto es equivocado, pues todos los que
oran son respondidos. Cuando Dios dice “no”, somos de igual forma
respondidos que cuando El dice “si”. Muy a menudo solo oramos
cuando estamos experimentando un gran problema o peligro, o cuando de mala
manera queremos algo. Podemos estar seguros de una cosa, que nuestro divino
Padre nos ama demasiado como para darnos algo que pudiere lastimarnos. El
bebé ve la luz brillar en una afilada cuchilla de afeitar y quiere tomarla,
pero ¿quien es tan cruel para dársela al infante?

Si queremos la respuesta “si” a nuestras oraciones debemos tener
en cuenta la orientación de la Sagrada Escritura. El Apóstol Juan nos dio
la clave cuando escribió, “Y esta es la confianza que tenemos delante
de El (Cristo), que si pedimos cualquier cosa conforme a su voluntad, el
nos oye” (1 Juan 5:14). La oración no significa el tratar de forzar a
Dios a darnos algo que queremos. Algunos parece que piensan que si
preocupan al Señor con constantes oraciones por algo específico, ellos
finalmente lo obtendrán. Pero El es demasiado sabio y amable como para
darnos algo que es contrario a Su voluntad. Los hijos de Israel en el Viejo
Testamento estaban cansados de la comida sagrada (el maná) que Dios les
daba todos los días. Ellos anhelaban comer carne, y ellos se lo exigían a
su líder, Moisés. El Salmista nos dice cual fue el resultado,
“Tuvieron apetitos desenfrenados en el desierto, y tentaron a Dios en
las soledades. Entonces El les concedió lo que pedían pero envió una plaga
mortal sobre ellos” (Sal.106:14,15 N.I.V.). Esta fue una terrible
respuesta a sus oraciones continuas y ellos tuvieron que aprender el camino
difícil de como debemos hacer las cosas sin constantemente presionar a Dios
para que nos de cosas solo porque las queremos mucho. Si sometemos todas
nuestras oraciones a su voluntad, no nos puede ir mal.

Nos sentiremos muy apoyados en nuestra vida de oración si continuamente
damos gracias por toda la bondad y amor de Dios que experimentamos día a
día. Seguramente no tendremos que pensar por mucho tiempo antes de recordar
que tan agradecidos le estamos. Orar no es solo pedir cosas, es alabar y
dar las gracias, y si siempre mantenemos un espíritu agradecido, no podemos
ir por un mal camino. El olvido muy a menudo nos dirige a una declinación
espiritual.

Quizás la más elevada forma de oración es la intercesión por otros. Acá el
egoísmo se olvida y recordamos las necesidades de alguien más. Si
estudiamos cuidadosamente la vida de oración de Pablo, estaríamos
impresionados de que tan a menudo el involucra a los demás en sus
oraciones. Al mismo tiempo él valoraba enormemente sus oraciones hacia él
mismo así como la gran responsabilidad que él tenía por la tremenda verdad
que Cristo había puesto en él, que él fielmente fue transmitiendo a los
demás. El escribió “Sé que esto resultará en mi liberación (él era un
prisionero en Roma) mediante vuestras oraciones y la suministración del
Espíritu de Jesucristo,” (Fil.1:19 N.I.V.). Y a Filemón le escribió,

  
“prepárame también alojamiento, pues espero que por vuestras oraciones
os seré concedido. ” (Filemón 22).

¿Puedo decir que orar por otros es entenderlo? La respuesta es
“si” si esto está sujeto a la voluntad del Señor. Hay mucho más
que podríamos decir de este aspecto tan importante de orar, pero no es
posible en esta hoja. No podemos terminar sin acentuar la necesidad de orar
por la revelación del Espíritu Santo para poder entender la Palabra de
Dios. Esto no vino a nosotros a través de la inteligencia o educación
especial. La escritura de las Palabra fue el resultado del Espíritu Santo
inspirando al fiel hombre a escribirla. (2 Pet.1:19-21), y solamente El
puede explicarla. El señor Jesús, refriéndose al futuro trabajo del
Espíritu Santo dijo, “El los guiará a toda la verdad”, y “El
me glorificará” (Juan 16:13,14).

El
Apóstol Pablo en 1 Corintio 2, declaró que las cosas que Dios había
preparado para Su redención no son conocidas por ningún ser humano, pero
“Dios nos las reveló por medio del Espíritu” (1 Cor.2:9-11), y
además “las enseñanzas del Espíritu … disciernen
espiritualmente” (1 Cor.2:13,14). El trabajo del Espíritu Santo es
absolutamente necesario para la revelación y entendimiento de la verdad, y
es por esto que en Efesios 1, el Apóstol declara que el Padre ha dado al
fiel Efesios “el espíritu de sabiduría y de revelación en un mejor
conocimiento de El” que nos conduce a la” iluminación de los ojos de
nuestro entendimiento”. Esto ciertamente se refiere al trabajo del
Espíritu Santo (vea el N.I.V. acá). El es un gran revelador de la verdad, y
es por El que debemos ver si queremos un conocimiento real de las
Escrituras con toda su riqueza de revelación concerniente al propósito
redentor de Dios, el cual involucrará un nuevo cielo y tierra en el que
Cristo será supremo.

Uno siempre se pregunta que tan a menudo se debe orar, y la respuesta está
en 1 Tesalonicenses 5:17, “Orad sin cesar”. El Apóstol Pablo dijo
una y otra vez que él nunca dejó de orar, especialmente por otros (Rom.1:9;
1 Tesa.1:3; 5:17; Efe.1:16; Col.1:19; y 2 Tim.1:3). Entonces debemos orar
y dar gracias constantemente (Efe.5:20), y “Perseverad en la oración,
velando con ella con acción de gracias” (Col.4:2).

Si
queremos descubrir el tesoro espiritual que se encuentra en el mundo de
Dios, debemos buscar en el Espíritu Santo, el revelador de la verdad, para
que haga por nosotros lo que fue expresado por el Salmista cuando le pidió
a sus ojos estar abiertos con el fin de poder conocer “las maravillas
en la ley de Dios”, que desde luego son Su Palabra (Sal.119:18).


“Orad sin cesar” (1 Tesa. 5:17).