Tom Ballinger
Traducción: Juan Luis Molina
Para que Dios le hablase al hombre por medio de Su Palabra escrita tuvo que escoger palabras del lenguaje humano. El Señor no decidió hablar en un lenguaje desconocido, sino antes bien tomó el vocabulario del hombre, seleccionó las palabras, y a seguir les dio un significado que fuesen de Su agrado. El significado que el Señor le otorgó a las palabras que escogió utilizar se encuentra en los propios confines limitados de la Palabra escrita. El significado de las palabras que Dios utiliza no necesariamente se encuentra en Concordancias, Léxicos o Diccionarios. Las palabras de los hombres van mudando continuamente. El significado va progresivamente tomando un más bajo significado. Sin embargo, Dios seleccionó palabras provenientes del vocabulario del hombre a las cuales les asignó el significado que quiso que tuviesen de antemano.
Aprendemos el significado de las palabras de Dios estudiando cuidadosamente cómo Él las emplea. Debe tenerse el más grande y posible cuidado cuando tratamos con las palabras que el Espíritu Santo enseña (1ª Cor.2:13). Al tiempo en que Dios escogió emplear las palabras del hombre, tuvo necesariamente antes que purificarlas, con el fin de que pudiesen llegar a ser las palabras de Dios. Las palabras humanas fueron tomadas y fueron refinadas y purificadas.
“Las palabras de Jehová son palabras limpias, como plata refinada en horno de tierra, purificada siete veces. Tú, Jehová, las guardarás, de esta generación las preservarás para siempre” (Salmo 12:6-7).
Por esto aprendemos que Él ha tomado consigo las palabras de la tierra y las ha purificado del modo que la plata se purifica en un horno, y observe que la purificación de las palabras terrenales se lleva a cabo siete veces, el número de la perfección espiritual. Y esto no es todo; las palabras que Él ha decidido emplear, no tan solo fueron purificadas, sino que además sus significados han sido preservados dentro de los confines de la Palabra de Dios en sí. El Señor no decidió emplear todas las palabras del hombre, sino que el Espíritu Santo escogió utilizar solamente aquellas palabras que se encuentran en la Escritura.
1. Algunas fueron dotadas de un significado mucho más alto que el asignado por el hombre.
2. Algunas se emplean en un sentido totalmente distinto del que el hombre siempre las usó. Todo esto señalaría al hecho de que, el Señor solo, tendría que consultarnos Su Palabra, para asignar los significados a las palabras que Él emplea. Sus palabras y sus significados están asentados (es decir, preservados) en Su Palabra.
Teniendo esto en cuenta, consideremos el tema: Las Puertas del Infierno tal como se encuentra en Mateo 16:18. Rápidamente podremos afirmar que, en el contexto donde el tema se encuentra, el Señor acababa de preguntarle a los discípulos: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Respondieron que, algunos, decían que Él era Juan el Bautista, Elías, Jeremías, o uno de los profetas. El Señor entonces volvió a preguntar, ¿Y vosotros Quién decís que soy Yo? Y de inmediato Pedro respondió, Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
Ahora bien, en base a la confesión de Pedro diciendo que Jesús era realmente el Cristo, el Hijo de Dios, el Señor reconoció que la respuesta de Pedro no se debió a una deducción mental humana, sino antes bien, al Dios el Padre, Quien estaba en el cielo. Él se lo había revelado. El entendimiento de Pedro fue iluminado, y entonces reconoció que Jesús era realmente EL CRISTO, EL HIJO DE DIOS.
El Señor Jesús tomó aquel reconocimiento y declaró que Él edificaría Su Iglesia sobre esa premisa, es decir, que Él es el Cristo, el Hijo del Dios Viviente. La iglesia a la cual se refiere aquí el Señor es la “Iglesia de Dios”, no la Iglesia del Misterio. La Iglesia del Misterio todavía estaba guardada en secreto, “escondida en Dios”, y el Señor Jesús al tiempo nada sabía acerca del Misterio. Esto no es nada extraño, pues Él propio dijo que ni tan siquiera sabía el “día o la hora” de Su Segunda venida. Tan solo el Padre lo sabía (Mat.24:36). Así, pues, sobre la declaración fundamental de que Él es el Cristo, el Hijo de Dios, tenía que ser edificada la Iglesia de Dios. Para enfatizar posteriormente la solidez de Su Iglesia, Él declara, “y las PUERTAS DEL INFIERNO no prevalecerán contra ella”.
De inmediato, la mente del cristiano que ha sido erguida sobre las enseñanzas ortodoxas del “infierno”, recuerda que el “infierno” dice respecto a un lugar de tormento consciente, en una pira de fuego ardiendo, en algún sitio próximo del centro de la tierra. Y así, la expresión, “las puertas del infierno”, dicen ellos, debe referirse a las puertas en el medio de la tierra que mantiene a sus habitantes encerrados. Debe recordarse lo que ya hemos establecido con respecto al hecho de que, el Señor, es el único Quien le asigna el significado a las palabras, no el hombre. El Señor ha tomado consigo las palabras de la tierra y las ha purificado siete veces, dándoles así un mucho más alto significado, modificándolo, o mismo muchas veces acuñando nuevas palabras. Nos proponemos demostrar que la palabra “infierno” tiene un significado distinto de aquel que el hombre le ha dado. Por tanto, tan solo vamos a considerar la palabra tal como la referencia el contexto de las “puertas del infierno”.
Es bastante duro y difícil desaprender aquello que los hombres nos han enseñado. Pero el serio y diligente estudiante de la Escritura tiene que permitirle a la Palabra de Dios que le enseñe, estando dispuesto en todo tiempo a ser corregido en aquello que esté equivocado.
Las “puertas del infierno” es en realidad una expresión del Antiguo Testamento que todo y cada uno de los Judíos del Antiguo Testamento, al tiempo de Cristo, reconocía como siendo proveniente de Isaías 38:10. Ezequías había sido avisado por el profeta para que ordenase su casa puesto que iba a morir. Estando Ezequías enfermo, dijo:
“A la mitad de mis días me iré a las puertas del Seol (Sepulcro); privado soy del resto de mis años”.
Cuando a seguir la palabra de liberación le llegó a oídos de Ezequías, dijo:
A Ti agradó librar mi vida del hoyo de corrupción…porque el Seol (Sepulcro) no te exaltará, ni te alabará la muerte (Isaías 38:17-18).
Observe la conexión de “las puertas del sepulcro” con “el hoyo de corrupción”, “el sepulcro” y “la muerte”. Ezequías habló de irse a las “puertas del sepulcro”, el Señor Jesús refirió el hecho de que las “puertas del infierno” no prevalecerían contra Su Iglesia. Está clarísimo que el sepulcro no posea puertas literales. Oh, sí, es bien posible que haya una valla alrededor del cementerio, y bien puede tener una puerta de hierro que encierre la oscuridad de dentro, pero la sepultura en sí no tiene una tal puerta. Por tanto la referencia a las “puertas del sepulcro” debe ser una FIGURA LITERARIA. Una FIGURA LITERARIA se emplea diciendo una cosa para sugerir otra distinta. “Las puertas del sepulcro” es una figura literaria utilizando un objeto físico (puertas) para explicar o sugerir algo que no tiene forma física alguna (sepulcro). Por eso es que la figura implicada en la frase “las puertas del sepulcro” es una Metonimia, es decir, que un objeto (puertas), está siendo puesto en lugar de un atributo (poder), por el sujeto en sí (el sepulcro).
Un ejemplo de Metonimia es: “La cafetera está escaldando”, pues la cafetera se pone aquí por el agua hirviendo, no la cafetera en sí.
Observamos la misma Figura en Job 38:17:
¿Te han sido descubiertas las puertas de la muerte? O ¿has visto las puertas de la sombra de muerte?
“Puertas” siendo una figura, implica aquellos, que, una vez que están muertos, no consiguen de ella librarse. Las puertas se abren para recibir aquellos que mueren. Se mantienen en el estado de muerte por “las puertas de la muerte”.
Ten misericordia de mí, Oh Señor, considera mi tribulación que padezco de cuantos me desprecian, Tú que sacas mi vida de las puertas de la muerte.
De nuevo las “puertas de la muerte” vuelven a mostrarse en el Salmo 107:18:
Su alma abominó todo el alimento, y llegaron hasta las puertas de la muerte.
Es notable que en el Antiguo Testamento “puertas” se emplee como una figura literaria denotando el poder de la muerte o el sepulcro para encerrar en su seno aquellos que mueren. El sepulcro mantiene atados a sus cautivos, tan solo el Señor tiene el poder suficiente para traer de vuelta a cualquiera de las garras del sepulcro.
Dios, nuestro Dios ha de salvarnos, y de Jehová el Señor es el librar de la muerte (es decir, los sacados en resurrección) (Salmo 68:20).
Con esto concuerda Apocalipsis 1:18, donde dice:
El que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos. Amén. Y tengo la llave de la muerte y del Hades.
Esto, por tanto, implica que las puertas de la “muerte y del infierno” tienen que ser abiertas por el Señor Jesucristo, y que los santos serán “librados” de las garras del sepulcro y del poder de la muerte. Así, pues, el sujeto principal que tenemos realmente delante es la resurrección. Jesucristo, siendo como es, el Hijo del Dios Viviente, se ha propuesto en Sí Propio la resurrección.
De cierto, de cierto os digo: Viene la hora y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán (es decir, en vida de resurrección) (Juan 5:25.
Debe observarse que aquellos que están en el sepulcro y “escuchan la voz del Hijo de Dios” no serán retenidos por las “puertas del sepulcro”, “las puertas de la muerte” o “las puertas del infierno”.
En el Antiguo Testamento observamos un paralelo muy cercano entre Oseas 13:14 y 1ª Cor.15:54-55.
De la mano del Seol los redimiré (el Señor), los libraré de la muerte. Oh muerte, Yo seré tu muerte (literalmente tu plaga); y seré tu destrucción… (Oseas 13:14).
Aquellos que el Señor llame para fuera del sepulcro serán así libertos porque Él pagó la deuda rescatándoles de su poder o garra. A todos redimirá con poder de la muerte. La expresión “tu plaga” de Oseas 13:14 se refiere al “aguijón” de 1ª Cor.15:54-55.
Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?
El estudiante que le permita a la Palabra hablar por sí misma debería ahora tener impreso sobre su mente el hecho de que el Espíritu Santo haya escogido usar la palabra “infierno” de manera intercambiable con la palabra “sepulcro”. En este estudio tan solo proponemos mostrar la palabra “infierno” en su relación hacia la expresión “las puertas del infierno”. Si logramos una comprensión de su empleo en su relación a diferentes pensamientos o expresiones en la Palabra de Dios, entonces podremos venir a un entendimiento Escritural de la palabra “infierno”.
- “Las puertas del sepulcro” Isaías 38:10
- “Las puertas de la muerte” Job 38:17
- “Las puertas de la muerte” Salmo 107:18
- “Las puertas del infierno” Mat.16:18
Los versículos encima listados dicen respecto a dos cosas, no tres. La referencia es al sepulcro y a la muerte. Los números 2 y 3 coinciden, y los números 1 y 4 también coinciden. Si esto no fuese conclusivo, Apocalipsis 1:18 debería omitirlo, pues el Señor Jesucristo dice que Él tiene las llaves “para la muerte y el infierno”. Siendo así, la asociación tan cercana de la muerte con el infierno en Apocalipsis 1:18 señala que las “puertas de la muerte” y las “puertas del infierno” (es decir, el sepulcro) serán abiertas, y aquellos que habían estado sujetos cautivos en el estado de la muerte en el cementerio serán levantados de la muerte para vivir de nuevo en resurrección.
La Iglesia que Jesucristo dijo que tenía que edificar en Mateo 16:18 jamás estuvo en peligro de irse a un lugar de tormento; nunca estuvo en peligro de irse al infierno de la ortodoxia donde existe fuego, llanto, lamento, y crujir de dientes. Pero si estaba en peligro que miembros individuales dentro de ella vinieran a fallecer. LA SEPULTURA debería retenerlos hasta que la voz del Hijo de Dios fuese oída, entonces las “puertas del infierno” no prevalecerá contra ella (es decir, el sepulcro no tendrá poder para retener a sus cautivos). Todo esto viene a suceder porque Cristo detiene con Él las llaves para LA MUERTE Y EL INFIERNO.
Aquellos que se basan y mantienen por las “doctrinas de hombres” no debemos esperar que le den una seria consideración a este estudio. Hay cristianos que creen que los traductores cometieron un error al traducir la palabra, “infierno”. Porfían diciendo que la palabra en castellano debería traducirse “sepulcro”. Sin embargo los de Berea conocen y saben bien que el Señor les ha dado un significado a las palabras independientemente del lenguaje de la tierra que sea. Él ha purificado las palabras de la tierra. Sus significados se hallan en la Biblia, la Palabra de Dios. (Vea además El Visible Infierno, Parte 1 y 2).